domingo, 18 de marzo de 2007

Mario Benedetti







Viceversa

Tengo miedo de verte
necesidad de verte
esperanza de verte
desazones de verte.

Tengo ganas de hallarte
preocupación de hallarte
certidumbre de hallarte
pobres dudas de hallarte.

Tengo urgencia de oírte
alegría de oírte
buena suerte de oírte
y temores de oírte.

o sea,
resumiendo
estoy jodido
y radiante


quizá más lo primero
que lo segundo
y también
viceversa.

Cómo hicimos.

Ahora que empecé el día
volviendo a tu mirada,
y me encontraste bien
y te encontré más linda.

Ahora que por fin
está bastante claro
dónde estás y dónde estoy.

Sé por primera vez
que tendré fuerzas
para construir contigo
una amistad tan piola,

que del vecino
territorio del amor,
ese desesperado,
empezarán a mirarnos
con envidia,
y acabarán organizando
excursiones
para venir a preguntarnos

cómo hicimos.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Al lado del Gran Poeta Mario Benedetti me atrevo a ponerte a Otro Gran Poeta, en este caso Español….Antonio Machado…

"Por lo que hemos vivido este fin de semana…" :)

Anónimo dijo...

Un poco de su Historia....

"El día 15 de enero de 1939 las tropas del general Yagüe tomaron Tarragona, y por la brecha abierta en lo que ya no podía considerarse frente republicano, se lanzaron hacia el norte varios cuerpos de ejército. La aviación nacional bombardeó de nuevo Barcelona. Bajo las bombas, grupos de soldados, muchachos y muchachas, intentaban levantar barricadas con los adoquines arrancados del pavimento de las calles. Era un último esfuerzo desesperado de defensa. Faltaban las armas, se carecía de fusiles y de ametralladoras. Las armas que estaban depositadas en la frontera, y que el Gobierno francés había autorizado para que entraran en Cataluña, no llegaron nunca. El Estado Mayor comunicó al Gobierno, en la noche del 21 al 22, que el frente ya no existía. Había quedado roto en Solsona, en Garraf y en el sector de Igualada-Manresa. Como consecuencia, el Gobierno ordenó que abandonaran Barcelona todos los organismos oficiales. La confusión en la capital era enorme. No se sabía quién mandaba y la orden de evacuación de los dos mil hombres que componían el Cuerpo de Guardias de Asalto sembró el pánico y el espíritu de derrota se extendió por todas partes. Millares de vehículos cargados de gentes militares y civiles, y millares de civiles y militares a pie, se lanzaron hacia Gerona.
El día 22, un decano de la Universidad de Barcelona se presentó en "Torre Castañer", la villa que ocupaba don Antonio Machado y su familia en la capital, en el paseo de San Gervasio, donde les instaló el profesor Wenceslao Roces, para invitarle, a él y a los suyos, a abandonar la ciudad, de acuerdo con las autoridades republicanas. El mensajero le informa que saldrían todos formando parte de una expedición de escritores y profesores.
Una vez aceptada por el poeta la invitación, fue a recogerles un coche enviado por el comisario general de Sanidad Militar, Gómez de Lara. A él subieron don Antonio, su madre, doña Ana Ruiz, su hermano José y la esposa de éste. Entre la confusión que invadía las calles, el coche llegó a la Dirección de Sanidad. Era ya de noche y la aviación enemiga volaba una y otra vez sobre Barcelona. Los reflectores barrían el cielo nocturno en tanto algunas piezas de la defensa antiaérea disparaban contra los aviones nacionalistas. Bajo esta fantasmagórica situación, y por la carretera invadida por los fugitivos, confundido entre la marabunta de camiones y coches que se adelantan, caen a las cunetas o chocan entre sí, el auto que conduce a los Machado intenta también llegar a Gerona. Cuando amanece entran en la ciudad. "Gerona -refiere Teresa Pámies- era un manicomio: llena de forasteros acorralados, de vehículos sin gasolina o estropeados... Los caminos estaban llenos de baches y resultaba más seguro ir en bicicleta que sobre cuatro ruedas... Sobre las majestuosas escaleras de la catedral dormían niños y mujeres, de la riada del éxodo. Las calles estrechas de la parte alta estaban tan llenas de militares en desbandada que habría sido difícil buscar desertores entre ellos. No todos, sin embargo, eran desertores. Había soldados que perdieron su unidad, aturdidos, físicamente agotados, pero buscando todavía un jefe militar, un batallón, una compañía en la que poder hacer el último gesto o para no encontrarse solos. Las escenas eran conmovedoras".
La expedición de la que formaban parte los Machado había sido organizada por el doctor Trías. Su propósito era llegar a la frontera. Y formaban parte de ella, entre otros, Tomás Navarro Tomás (director de la Biblioteca Nacional), los profesores Juan Roura, José y Joaquín Xirau (catedrático de Filosofía de la Universidad de Barcelona); Enrique Rioja, José M. Sacristán (neurólogo), Royo Gómez (geólogo), Ricardo Vinós, José Puche (rector de la Universidad de Valencia), José Pous y Pagés y los escritores Caries Riba y Corpus Barga. Al atardecer pudieron hacer alto en un caserón de Cerviá de Ter. El día 26, una ambulancia leslleva hasta la masía "Max Feixat", cerca de Viladásens. Mientras la riada continúa y sigue fluyendo, los Machado y sus amigos descansan ante el fuego. Otra vez era la noche. Corpus Barga, cronista excepcional de este dramático viaje junto a José Machado, hermano del poeta, y Enrique Rioja, escribió: "Fuimos de noche... una hermosa, y debía haber sido abundante masía catalana... Estaba Antonio Machado con su madre, su hermano José, el pintor, y la mujer de éste... Machado tenia su inseparable bastón entre las piernas... Ni mientras esperábamos en la masía, ni luego en la expedición, aquella misma noche, y al día siguiente, habló de la guerra y de la situación en que nos encontrábamos si no era provocado por alguna pregunta, y contestaba brevemente y como de pasada, volviendo a la conversación que llevaba sobre temas de la vida y las letras". Don Antonio se acomodó junto al fuego, sobre un diván, entre la luz mortecina. Surgió el tema de Valle-Inclán. Se le oía repetir: "Tenemos que dejarnos de hablar así de Valle-Inclán; su obra está pidiendo que hablemos de ella y de él muy en serio". En plena catástrofe, el poeta se volvía a los poetas. Intentaba ocultar o disimular sus preocupaciones inmediatas, como había hecho siempre, a no ser en sus escritos y sus intervenciones públicas, desde que la guerra había comenzado. En Barcelona, en el crudo invierno de 1938, al atardecer, le gustaba recibir algunos amigos, entre los que eran asiduos Navarro Tomás y el maestro Tornar. Y, junto a la chimenea, escasa de carbón, pero siempre abastecida por el cuidado de los que le querían, disfrutaba leyendo en voz alta o escuchando de labios de algún concurrente páginas del "Quijote", obra que siempre tenía a mano "y en la que cada día encontrábamos nuevas facetas: Shakespeare, Tolstoi, Dostoyevsky, Dickens... De poesía, a Bécquer y a Rubén Darío".

HACIA COLLIOURE...

Según Corpus Barga, desde la masía gerundense a la frontera tardaron casi un día completo. La marcha se hacía cada vez más difícil sobre una situación siempre la misma. "Delante -refiere José Machado- había toda clase de vehículos casi empotrados unos en otros, formando un tapón que impedía todo avance. Hubo que hacer un alto en el camino, sin esperanza de poder continuar. Caía la tarde. Definitivamente, ya no se podía reanudar la marcha". Las gentes se lanzaban fuera de los coches y los camiones empujados por el ansia de alcanzar cuanto antes el límite fronterizo. Desde este punto existen diferencias entre el relato de Corpus Barga y el del hermano de don Antonio. Mientras éste asegura que Machado y sus compañeros de ruta abandonaron también el auto en que viajaban para unirse a la multitud que les arrastraba, aquél afirma que ni el poeta ni su madre llegaron a descender del vehículo y sólo lo hicieron para cruzar la frontera. Barga escribe que don Antonio pasó a Francia con equipaje. Sea como quiera, lo que sí parece cierto es que todo el grupo cruzó el puesto aduanero por debajo de una "pesada cadena de hierro" que sostenían dos enormes senegaleses. Desde allí, Barga y los hermanos Xirau se adelantaron hasta la caseta en la que se encontraba el comisario de policía. Y regresaron con buenas noticias: el grupo puede entrar en territorio francés. Corpus Barga tuvo que explicarle al policía quién era la persona que traían con ellos. "Se trata -le dijo- de don Antonio Machado, un viejo poeta que es en España lo mismo que Paul Valéry en Francia, y que se encuentra enfermo y tan achacoso como su madre". "Y le rogué -agrega- que tuviese a su buena chimenea de leña a Machado y a su madre mientras yo y mis amigos bajábamos a Cerbére, que no está tan cerca, a buscar un carruaje cualquiera para trasladarlos. El comisario me contestó que no necesitábamos molestarnos, pues irían en su automóvil. Así ocurrió". El comisario les dijo que aguardaran y que serían llamados por su nombre. Enrique Rioja ha referido: "Para no agravar la impaciencia de las gentes que esperaban pasar a Francia, que eran muchas, aguardamos al caer la noche para salvar el medio kilómetro, o poco más, que nos separaba de la frontera. Llegado el momento, cada uno de nosotros avanzó con sus familiares. A don Antonio y a los suyos se les hizo pasar apenas llegaron; a muchos de los demás se les fue llamando nominalmente".
En el coche del policía, entre filas de soldados, llegaron a la estación de Cerbére, y allí fueron alojados en un vagón de ferrocarril, en el que pasaron la noche, ya que en la ciudad fue imposible encontrar alojamiento. Entre la milicia francesa y los refugiados españoles han ocupado todos los locales hábiles. Una noche ciega de frío y de lluvia. La primera noche en el exilio. Al bajar del automóvil, doña Ana, con sus ochenta y ocho años, con la cabellera chorreando agua, era, según el profesor Xirau, una belleza trágica. La anciana repetía a sus hijos, como una niña: "¿Llegaremos pronto a Sevilla?".
Iba muriendo el 27 de enero de 1939. Por la mañana, turbia de nubes, desayunaron en la cantina de la estación. El relato de Corpus Barga prosigue diciendo que los Machado no llevaban moneda francesa, pero que al día siguiente se la facilitaron y que, desde Perpignan, donde se había desplazado, Navarro Tomás le trajo a don Antonio una carta del ministro de Estado de la República Española en la que decía que la Embajada republicana en París "tomaba a su cargo todos los gastos de él y su familia". Pero el poeta no quiso aceptar y prefirió quedarse en cualquier pueblecito cercano del mediodía. Barga le conducirá, con los suyos, hasta Collioure.
Por este relato -y como hace observar Aurora de Albornóz- puede verse que, en ningún momento, en aquellas dramáticas jornadas, se sintieron desasistidos Antonio Machado y sus familiares. Desde que la situación en Barcelona se hizo insostenible -los "camisas negras" del general Gambara y las tropas de Yagüe y de Solchaga entraban en la ciudad el día 26 bajo la protección de sus aviones- contaron con la protección de las autoridades, que les facilitaron los medios necesarios de transporte y les organizaron el viaje a Francia. Y tuvieron, además, a su lado amigos fieles que les resolvieron impedimentos y obstáculos y les condujeron, finalmente, hasta un lugar tranquilo.

CAMINO DE LA MUERTE...

En el mes de abril de 1938 los ejércitos nacionalistas avanzaban hacia el Mediterráneo, camino de Castellón. La zona republicana iba a ser cortada en dos y el Gobierno se trasladó a Barcelona. Con él marcharon casi todos los intelectuales refugiados en Valencia, y entre ellos don Antonio Machado. La guerra estaba decidiéndose en los campos de batalla, aunque todavía faltaban por producirse los grandes combates del Ebro. Machado, en esta segunda etapa de su itinerario bélico, había empeorado de salud. Cuando salía a pasear por el jardín de "Villa Amparo" se fatigaba y cada vez acortaba más las salidas. Había enflaquecido y su rostro ya no se parecía al de sus fotos de pocos meses antes. En una de sus entrevistas con Pla y Beltrán, le había confesado: "Tengo la certeza de que el extranjero significaría mi muerte". Una tarde de aquel mismo mes recibió un telegrama de Barcelona urgiéndole a abandonar Rocafort. Al día siguiente, al atardecer, los Machado llegaban al hotel Majestic, donde residieron provisionalmente, hasta que, al cabo de un mes, les instalaron en la residencia del paseo de San Gervasio, propiedad de la duquesa de Moragas. Pero, a pesar de los achaques, de su malestar, continúa escribiendo en aquellos salones vacíos de su nuevo albergue. Inicia sus colaboraciones en "La Vanguardia" y autoriza una edición popular de su romance "La tierra de Alvargonzález", destinada a los soldados del frente. Para que pudiera resguardarse del frío invierno que madrugaba, le llevaron carbón. Don Antonio no abandonaba nunca su viejo abrigo, con el que se envolvía arrellanándose en su sillón. Visita frecuente en aquellos días era la de León Felipe. Y entre fríos, trabajos llegando con los amigos trabajos llegando el día de la partida definitiva de España.
Antonio Machado, acompañado de los suyos y conducido por Corpus Barga, llegó a Collioure el 28 de enero del 39. Desde la estación al pueblo, Barga tuvo que llevar en brazos a doña Ana Ruiz. Al llegar a la plaza principal encontraron el hotel Bougnol-Quintana, en el que quedaron alojados y del cual ya no saldrían ni el poeta ni su anciana madre. Para que el grupo pudiera desenvolverse mejor, la esposa de José Machado cargó con las maletas y don Antonio y doña Ana quedaron en una tienda de antigüedades hasta que Barga, José y la mujer de éste volvieron por ellos. En el pequeño hotel -sólo tiene dos plantas- les recibieron la señora Quintana y su hijo, que les ofrecieron habitación en la planta alta. Al día siguiente, Sarga tomó el tren de París. Los Machado quedaron solos. Doña Ana apenas si puede moverse de la cama, y don Antonio permanece largas horas junto a ella. A veces la deja al cuidado de la hotelera, mientras él y su hermano pasean por las callejuelas del pueblo o van a contemplar el mar. Collioure es alegre, pero para ellos su alegría blanca y azul nada significan. A la hora del almuerzo y de la comida, don Antonio ruega a la señora Quintana que ponga la radio para escuchar las noticias de lo que está ocurriendo en España. La señora Quintana se afana por cuidar a sus huéspedes y les atiende con cariño. Don Antonio, dándose cuenta de su desvalimiento económico, le dice: "Ya que no tengo dinero para pagarte, le haré un poema". El 9 de febrero le escribió a José Bergamín. En la carta le da cuenta de su situación: "Después de un éxodo lamentable, pasé la frontera... en condiciones empeorables (ni un solo céntimo francés), y hoy me encuentro en Collioure... y gracias a un pequeño auxilio oficial, con recursos suficientes para acabar el mes. Mi problema más inmediato es el de poder residir en Francia hasta encontrar recursos para vivir en ella de mi trabajo literario o trasladarme a la URSS, donde encontraría amplia y favorable acogida". Le pide que muestre su agradecimiento a la Asociación de Escritores franceses e insiste en que le solucione su situación económica. Pero, "realmente -refiere José Machado- venía herido de muerte del fatal éxodo... Su grandeza espiritual se sobrepuso a tantas fatigas -espirituales y corporales- con la resignación de un verdadero santo". El cansancio del poeta es inmenso y en uno de sus paseos, le dice al hermano: "¡Quién pudiera vivir ahí tras una de esas ventanas, libre ya de toda preocupación!". Fue su última salida. Cayó en cama. El 18 de febrero empeoró su neumonía, complicándosele con una gastroenteritis. Con lo ojos cerrados y ya delirante, repetía: Merci, madame; mercí, madame, agradeciéndole a la señora Quintana sus cuidados. Sus últimas palabras fueron: "Adiós, madre". Murió a las cuatro de la tarde del día 22. Su hermano encontró, en uno de los bolsillos de su gabán, unos papelitos escritos y arrugados. En uno de ellos recordaba a "Guiomar"; en el otro podía leerse un solitario verso: "Estos días azules y este sol de la infancia". Como Collioure estaba llena de refugiados españoles, la noticia de la muerte del poeta se corrió inmediatamente, y hasta su cuarto del hotel llegaron oficiales y soldados, que cubrieron su cadáver con una bandera tricolor y lo rodearon de flores. Desde París, Jean Cassou pidió que fuera trasladado a la capital francesa para ofrecerle un entierro con gran pompa, pero la familia se negó. Y fue sepultado al día siguiente. El féretro fue llevado a hombros por seis milicianos. Toda la población, hasta el alcalde, le acompañaron al cementerio. Doña Ana Ruiz falleció tres días después que su hijo. Y fue enterrada a su lado, en un panteón que había ofrecido una señora francesa, amiga de la señora Quintana.

LA POLÍTICA Y EL POETA...

Cuando Antonio Machado llegó a Collioure llevaba tres años fuera de su casa de Madrid, tantos como para él había durado la guerra civil. Se había instalado en la capital a raíz de proclamarse la República, cuando fue fundado el Instituto Nacional de Segunda Enseñanza Calderón de la Barca, al ser triplicado el número de éstos en toda España. Don Antonio venía de Segovia, donde había enseñado francés, asignatura que siguió explicando en Madrid. En Segovia, junto a unos cuantos amigos, había sido uno de los que izaron la bandera republicana en el balcón del Ayuntamiento el 14 de abril. Siempre se había sentido adherido al bando antimonárquico y sus ideas políticas, en el curso de los años, fueron acendrándose y hasta radicalizándose en una especie de aperturismo, diríamos ahora, hacia la izquierda. A los sesenta y tres años evocaba con admiración y respeto la figura humana de Pablo Iglesias, el fundador del partido socialista, al que había visto y oído en un mitin cuando sólo contaba catorce. A vueltas con la memoria, escribiría: "De lo único que puedo responder es de la emoción que en mi alma iban despertando las palabras encendidas de Pablo Iglesias, Al escucharle, hacia yo -escribió en 1938- la única reflexión que sobre su oratoria puede hacer un niño: 'Parece que es verdad lo que este hombre dice"'.
Desde aquel encuentro, a tan temprana edad, don Antonio fue siempre demócrata fiel abierto a la evolución de sus ideales. Y a éstos estuvo entregado, consecuentemente, como lo demuestran sus escritos de la guerra y de antes de la guerra en los años más trágicos de la historia española contemporánea, No fue nunca un militante, no se afilió nunca a ningún partido, Pero ya en 1915 -como ha estudiado Aurora de Albornoz- aparece su firma al pie de un documento político. Se trataba de un manifiesto aliadófilo. Un acontecimiento que le hizo meditar profundamente fue la revolución rusa del 17. Y en 1918 participó en una manifestación en favor de los presos políticos condenados por la huelga de agosto del año anterior, Largo Caballero, Anguiano, Besteiro y Saborit. En 1922 figura como fundador de la Liga de Derechos del Hombre; cuatro años más tarde firma el Llamamiento de Alianza Republicana y toma parte posteriormente en campañas en favor de la Republica. A principios de los años treinta escribe varias reflexiones sobre la vida política española y sucesos tales como la insurrección del 34 en Asturias y Cataluña. Aurora de Albornoz nos ilustra también sobre su adhesión al Comité de Escritores para la Defensa de la Cultura, de clara tendencia izquierdista (1935), y de su firma en el Manifiesto de la Unión Universal por la Paz (1936), junto a Manuel Azaña, Ángel Ossorio, Julio Álvarez del Vayo y el doctor Hernando. Unas declaraciones suyas, aparecidas en el diario madrileño "Ahora", en octubre de 1936, no dejan lugar a dudas sobre su evolución hacia un socialismo humanista y, digámoslo así, populista.
En sus primeros años madrileños, en esta etapa de su vida, don Antonio se dedica a sus clases, en el Instituto, a pasear y frecuentar tertulias en diversos cafés, a escribir y a adorar a su "Guiomar", el amor de su vejez. En 1934 comienzan a aparecer en el periódico "Diario de Madrid" las primeras entregas de "Juan de Mairena. Sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo", que luego continuarían en "El Sol" y que se publicarían en libro poco antes de estallar la sublevación militar. Por esa misma época, firma la convocatoria a un banquete-homenaje a Rafael Alberti, a quien dos años antes había enviado, para su revista "Octubre" (Escritores y Artistas Revolucionarios) un artículo "Sobre una posible poesía comunista venida de Rusia".

Anónimo dijo...

A SU AMADA LEONOR....

"Es Mayo de 1912, y han pasado ya varios meses desde la vuelta de Antonio y Leonor a Soria, desde París, de donde han traido la enfermedad de la hemoptisis como acompañante. Han luchado con todas sus fuerzas para curar el terrible mal, alquilando una casita en el paseo del Mirón para buscar el aire puro de Soria, como antídoto fundamental. Pero nada mejora la situación de la enferma, ni siquiera el mayor de los afectos que le dedica en cada minuto Antonio Machado.

Un día pensando en esto el poeta se para a observar, seguramente en el paseo de San Saturio, un olmo centenario que está afectado por la enfermedad de la grafiosis y que acabará indudablemnete con su vida. Esto le sirve de inspiración al poeta para crear el bellísimo poema "A un olmo seco", en el que encuentra un paralelo con la lamentable situación de su mujer, Leonor Izquierdo."


A UN OLMO SECO...

Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.



"Soñé que tú me llevabas
por una blanca vereda,
en medio del campo verde,
hacia el azul de las sierras,
hacia los montes azules,
una mañana serena.
Sentí tu mano en la mía,
tu mano de compañera,
tu voz de niña en mi oído
como una campana nueva,
como una campana virgen
de un alba de primavera.
¡Eran tu voz y tu mano,
en sueños, tan verdaderas!...
Vive, esperanza, ¡quién sabe
lo que se traga la tierra!.
Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería."

Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.
Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía.
Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar.

Una noche de verano
—estaba abierto el balcón
y la puerta de mi casa—
la muerte en mi casa entró.
Se fue acercando a su lecho
—ni siquiera me miró—,
con unos dedos muy finos,
algo muy tenue rompió.
Silenciosa y sin mirarme,
la muerte otra vez pasó
delante de mí. ¿Qué has hecho?
La muerte no respondió.
Mi niña quedó tranquila,
dolido mi corazón,
¡Ay, lo que la muerte ha roto
era un hilo entre los dos!

Anónimo dijo...

A FEDERICO GARCIA LORCA...

1. El crimen

Se le vio, caminando entre fusiles,
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
—sangre en la frente y plomo en las entrañas—
... Que fue en Granada el crimen
sabed —¡pobre Granada!—, en su Granada.

2. El poeta y la muerte

Se le vio caminar solo con Ella,
sin miedo a su guadaña.
—Ya el sol en torre y torre, los martillos
en yunque— yunque y yunque de las fraguas.
Hablaba Federico,
requebrando a la muerte. Ella escuchaba.
«Porque ayer en mi verso, compañera,
sonaba el golpe de tus secas palmas,
y diste el hielo a mi cantar, y el filo
a mi tragedia de tu hoz de plata,
te cantaré la carne que no tienes,
los ojos que te faltan,
tus cabellos que el viento sacudía,
los rojos labios donde te besaban...
Hoy como ayer, gitana, muerte mía,
qué bien contigo a solas,
por estos aires de Granada, ¡mi Granada!»

3. Se le vio caminar...

Labrad, amigos,
de piedra y sueño en el Alhambra,
un túmulo al poeta,
sobre una fuente donde llore el agua,
y eternamente diga:
el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!

Anónimo dijo...

CANTARES

Todo pasa y todo queda,
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre el mar.

Nunca persequí la gloria,
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles,
como pompas de jabón.

Me gusta verlos pintarse
de sol y grana, volar
bajo el cielo azul, temblar
súbitamente y quebrarse...

Nunca perseguí la gloria.

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.

Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.

Caminante no hay camino
sino estelas en la mar...

Hace algún tiempo en ese lugar
donde hoy los bosques se visten de espinos
se oyó la voz de un poeta gritar
"Caminante no hay camino,
se hace camino al andar..."

Golpe a golpe, verso a verso...

Murió el poeta lejos del hogar.
Le cubre el polvo de un país vecino.
Al alejarse le vieron llorar.
"Caminante no hay camino,
se hace camino al andar..."

Golpe a golpe, verso a verso...

Cuando el jilguero no puede cantar.
Cuando el poeta es un peregrino,
cuando de nada nos sirve rezar.
"Caminante no hay camino,
se hace camino al andar..."

Golpe a golpe, verso a verso.

Anónimo dijo...

INVENTARIO GALANTE...

Tus ojos me recuerdan
las noches de verano,
negras noches sin luna,
orilla al mar salado,
y el chispear de estrellas
del cielo negro y bajo.
Tus ojos me recuerdan
las noches de verano.
Y tu morena carne,
los trigos requemados,
y el suspirar de fuego
de los maduros campos.
Tu hermana es clara y débil
como los juncos lánguidos,
como los sauces tristes,
como los linos glaucos.
Tu hermana es un lucero
en el azul lejano...
Y es alba y aura fría
sobre llos pobres álamos
que en las orillas tiemblan
del río humilde y manso.
Tu hermana es un lucero
en el azul lejano.
De tu morena gracia
de tu soñar gitano,
de tu mirar de sombra
quiero llenar mi vaso.
Me embriagaré una noche
de cielo negro y bajo,
para cantar contigo,
orilla al mar salado,
una canción que deje
cenizas en los labios...
De tu mirar de sombra
quiero llenar mi vaso.
Para tu linda hermana
arrancaré los ramos
de florecillas nuevas
a los almendros blancos
en un tranquilo y triste
alborear de marzo.
Los regaré con agua
de los arroyos claros,
los ataré con verdes
junquillos del remanso...
Para tu linda hermana
yo haré un ramito blanco

Anónimo dijo...

GLOSA...

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar a la mar,
que es el morir. ¡Gran cantar!

Entre los poetas míos
tiene Manrique un altar.

Dulce goce de vivir:
mala ciencia del pasar,
ciego huir a la mar.

Tras el pavor de morir
está el placer de llegar.

¡Gran placer!
Mas ¿y el horror de volver?
¡Gran pesar!

Anónimo dijo...

GRANDES FRASES...

"Ayudadme a comprender lo que os digo y os los explicaré."

"El ojo que ahora ves; no es ojo porque lo ves, sino porque te ve."

"Después de la verdad nada hay tan bello como la ficción."

"¿Dijiste media verdad? Dirán que mientes dos veces si dices la otra mitad."

"Los que están siempre de vuelta de todo son los que no han ido nunca a ninguna parte."

"Nadie debe asustarse de lo que piensa, aunque su pensar aparezca en pugna con las leyes más elementales de la lógica."

"Para dialogar, preguntad primero, después... escuchad."

"Poned atención: un corazón solitario no es un corazón."

"Por mucho que un hombre valga, nunca tendrá valor más alto que el de ser hombre."

"Puestos a elegir entre la verdad y el placer de buscarla, elegiríamos lo segundo."

"Sin el tiempo, esa invención de Satanás, el mundo perdería la angustia de la espera y el consuelo de la esperanza."

"Todo necio confunde valor y precio."

"¿Tu verdad? No, la verdad, y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela."

"Una cosa terrible tiene el aumento de la cultura por especialización de la ciencia: que nadie sabe ya lo que se sabe, aunque sepamos todos que de todo hay quien sabe."

"Uno de los remedios más eficaces para que las cosas no cambien nunca por dentro es renovarlas constantemente por fuera."